Roberto Ramos Alor es delegado federal del IMSS-Bienestar en Veracruz. Es, también, médico, exsecretario de Salud y —según él mismo— testigo de primera línea de la profunda crisis en el sistema de salud pública del estado: falta de medicamentos, déficit de personal, hospitales rebasados.
Lo reconoció sin tapujos hace apenas unos días. Y uno pensaría que ante un panorama así, el titular de la institución tendría poco margen para distraerse.
Pero Ramos Alor siempre encuentra el tiempo.
Ahí está, en Coatzacoalcos, sonriente, en medio de una multitud vestida con camisetas guinda, en un mitin de campaña de Pedro Miguel Rosaldo García, candidato de Morena a la alcaldía. No como espectador distante, sino como parte activa del acto: posando, levantando el brazo, sumándose con orgullo a la causa electoral.
¿A eso le llaman ahora medicina preventiva?
Mientras en hospitales de IMSS-Bienestar en el sur del estado faltan medicamentos, insumos y personal, como ha sido denunciado por trabajadores del Hospital Regional “Dr. Valentín Gómez Farías”, Ramos Alor acompaña candidatos, celebra en mítines y sonríe para la foto. Una foto que, por cierto, dice mucho más de lo que aparenta: ahí no hay batas blancas, hay playeras de campaña; no hay recetas surtidas, hay votos por gestionar.
La pregunta es inevitable: ¿puede un servidor público federal, con responsabilidad directa sobre un sistema de salud con carencias reconocidas por él mismo, destinar tiempo y presencia para actos proselitistas? ¿No debería estar recorriendo hospitales en lugar de templetear en eventos de campaña?
Que no se malinterprete: el compromiso político no está prohibido. Pero hay momentos en que la congruencia es la mejor medicina.
Porque mientras Ramos Alor saluda multitudes, en los consultorios hay madres que no consiguen paracetamol para sus hijos, pacientes crónicos que deben comprar sus insumos, personal médico que trabaja con sobrecarga y sin equipo. ¿Y el delegado? En campaña.
Si la salud de las y los veracruzanos está en crisis —como él mismo lo ha dicho—, lo mínimo que se espera es que quienes tienen la responsabilidad de enfrentarla no estén en dos pistas al mismo tiempo. La de la atención institucional y la del activismo electoral. O se atiende la emergencia, o se recorre el templete.
Porque la salud no se promueve con discursos. Se garantiza con presencia, decisiones… y tiempo.