Misantla, Veracruz. En el corazón de Misantla, donde la memoria se ancla al agua, el Pozo de Nacaquimia volvió a vestirse de flores. Este 3 de mayo, en coincidencia con el Día de la Santa Cruz, decenas de familias se reunieron para celebrar el tradicional Día de los Pocitos, una costumbre que combina religiosidad popular, herencia indígena y resistencia cultural.
La escena se repite cada año, pero no pierde fuerza: la cruz adornada con ramas de bejuco dorado y flores blancas corona la estructura del pozo, mientras a su alrededor se deja sentir una atmósfera de respeto, devoción y comunidad.
Desde temprano, vecinos llegan a ofrecer agua, colocar veladoras, tomar fotografías o simplemente agradecer en silencio.
Según la tradición oral, el pozo de Nacaquimia es un “manantial de los sedientos”, cuyas aguas han aliviado tanto la sed física como la espiritual de generaciones enteras. Se cree que tiene propiedades curativas, y su nombre, de raíz totonaca, alude al lugar donde brota el agua viva.
Este año, la celebración fue también un acto colectivo de memoria y continuidad. En redes sociales circularon imágenes del pozo engalanado y mensajes de reconocimiento a quienes mantienen viva la costumbre.
Esta mañana de sábado se destacó la participación de estudiantes, docentes y familias de la Escuela “Manuel Gutiérrez Zamora”, quienes marcharon y rindieron homenaje al pocito como parte de su identidad local.
“Es una tradición que habla de lo que somos. Aquí no solo venimos a ver el pozo: venimos a conectarnos con nuestros abuelos, con lo sagrado y con la tierra”, comentó una mujer mayor mientras colocaba flores en el brocal.
En un país donde muchas tradiciones se diluyen con la modernidad, el Día de los Pocitos en Misantla resiste con dignidad, como una cruz de bejuco que, aunque modesta, sigue firme bajo el cielo veracruzano.
No hay fuegos artificiales ni escenarios ostentosos, pero sí algo más profundo: el agua que recuerda y la comunidad que agradece.