Dicen que en política no hay sorpresas, solo sorprendidos. Y si alguien aún se asombra de ver a Jorge Francisco Sisniega López brincando de Morena al PT cual saltimbanqui en campaña, es porque no ha volteado a ver quién está sosteniendo la red abajo del trapecio.
La historia es simple pero sabrosa: Sisniega no consiguió la candidatura en Morena y, dolido pero no vencido, se arropó con el PT. Lo que no todos dicen —aunque en Tierra Blanca lo murmuran hasta los semáforos— es que no brincó solo. Detrás de ese impulso va el dúo dinámico del morenismo “selectivo”: Juan Javier Gómez Cazarín, delegado del Bienestar, y Margarita Corro Mendoza, diputada federal del distrito.
Ambos operan con sigilo, como si no se notara que están metiendo mano para que el petista gane. El colmo de la sutileza: Luis Gustavo Sánchez Muñoz, asistente de Corro, va en la planilla de Sisniega como regidor cuarto. A veces el descaro no necesita pancarta.
Lo irónico es que Cazarín, el mismo que ha llamado “traidor” a Manuel Huerta por apoyar a candidatos del PT y a los Yunes (sí, los Yunes, ese apellido que en Morena provoca urticaria), hoy le hace el trabajo a un expostulante morenista que decidió cruzarse de banqueta.
¿Y la disciplina partidista? Bien, gracias.
¿Y la lealtad a la gobernadora Rocío Nahle? Guardada en una caja con doble fondo.
¿Y el respeto a las decisiones del partido? Convertido en meme.
Desde el búnker de Morena y su candidato Eduardo González Fernández, el malestar es real. Dicen que les están jugando las contras desde adentro, y que la operación “quedita” de Cazarín y Corro está minando la estrategia de la 4T en la región.
No sería la primera vez que desde el oficialismo se teje sabotaje. La novedad es que ya ni siquiera lo disimulan.
Y mientras tanto, en las calles de Tierra Blanca, la gente observa el espectáculo. Como público de circo viejo, ya se saben el acto: siempre hay un acróbata, un domador, un payaso… y uno que cae de cara.
