En Veracruz, hay dos tipos de funcionarios: los que sirven y los que se sirven. En la SEDARPA, todo apunta a que Diego Artemio Zamora Ortega y Cristian Alejandro Medel Mariani pertenecen al segundo grupo.
Hoy, desde la Coordinación de Recursos Humanos y otras posiciones clave de esa dependencia, operan con total soltura, bajo el manto de Rodrigo Calderón, el secretario de Desarrollo Agropecuario, según se dijo desde los tiempos de la campaña, hombre de todas las confianzas de la gobernadora Rocío Nahle.
Ambos personajes saltaron del entramado opaco de la Oficialía Mayor de la SEV, donde respondían a Ariadna Selene Aguilar Amaya, y donde se les vinculó con la venta de plazas como si fueran tacos de esquina.
Hoy, con nuevo uniforme pero las mismas mañas, repiten el patrón en SEDARPA: hostigamiento, despidos injustificados, amenazas y simulación.
La denuncia está en redes sociales, pero el eco en las oficinas de Palacio de Gobierno es un silencio vergonzoso. Los testimonios se acumulan: empleados presionados, contratos cancelados sin fundamento, y un ambiente laboral gobernado por la soberbia de quienes creen tener carta blanca para operar.
Y la pregunta es tan simple como brutal: ¿quién los protege?
Porque no se puede hablar de “transformación” mientras se tolera que dos funcionarios se conduzcan como caciques menores dentro de una institución que debería estar al servicio del campo veracruzano. Porque no se puede presumir rectitud cuando la impunidad tiene nombre, apellidos y oficinas amuebladas.
El secretario Rodrigo Calderón no puede fingir que no sabe. No puede taparse los oídos mientras se denuncia que su equipo más cercano opera con prepotencia y abuso. Y la gobernadora Rocío Nahle tampoco puede permitir que, en su gobierno, florezca la corrupción institucional como si fuera pasto de temporada.
Veracruz no necesita una Secretaría que trafique influencias ni que imponga el terror administrativo. Necesita servidores públicos, no mercaderes del poder. Y a estas alturas, quien calla ante esto, también otorga.
